Editorial ByB
30-1-2023
Sin duda una de las noticias más desoladoras que hemos
ofrecido en Barberà y Badia es la presencia de políticos de partidos abortistas en el Consejo de la Parroquia Virgen de la Merced de Badía del Vallés. Y lo es por muchos motivos, pero hay tres razones que son especialmente sangrantes para la Fe y la Iglesia, y no solamente de Badía. En primer lugar es la constatación de la utilización más artera, por no decir ruin, de las creencias de los fieles para fines políticos totalmente descarados. El que forme parte del Consejo Parroquial la cabeza de lista de un partido como Totes fem Badia, cuyos referentes son partidos radicalmente abortistas como Catalunya en Comú y la CUP, éste último además vinculado a formaciones filoterroristas (o sin el filo), no sólo demuestra la desvergüenza moral de unos políticos capaces de cualquier cosa por conseguir votos, también evidencia algo mucho más grave: la falta del más mínimo control de la integridad moral y católica necesaria para formar parte de una institución tan relevante en la Iglesia local como es el Consejo Parroquial. Esta falta de atención a la probidad cristiana atañe, en primer lugar, al rector de la Parroquia Virgen de la Merced, Iván Ortega, que es el responsable mayor y directo de la vida eclesial en Badía. Pero también son responsables los demás miembros del Consejo Parroquial, tanto laicos como de vida consagrada, que no han alzado la voz para oponerse al uso político y fraudulento de la Iglesia de Cristo por parte de, al menos, dos personas militantes de partidos ultrabortistas como Totes fem Badia y Esquerra Republicana de Catalunya.
El indecente uso político de la Iglesia en Badía, y su conformidad por parte del párroco y de los miembros del Consejo Parroquial, denota la segunda gran herida abierta en el Corazón de la Virgen de la Merced. Y no es otro que el fariseísmo que impera, desgraciadamente, en quienes deberían dar ejemplo, o al menos intentarlo, de lealtad incondicional a la Palabra de Cristo. Y ésta se basa en la Ley del Amor expresada, en primer lugar, en los Diez Mandamientos de Dios, el quinto de los cuales es “No matarás”. Parecería absurdo, si no resultase trágico, tener que recordar principios tan elementales de la Fe cristiana, pero la deriva relativista de nuestra sociedad hace necesario recalcar esta columna no solo de la Parroquia de Badía, sino de todo el Cristianismo, y aún de la Civilización Occidental. Tan fundamental es este mandamiento, que según el Catecismo tiene vigor desde el mismo momento de la concepción humana, que hasta el Derecho Canónico establece que su incumplimiento es causa de excomunión late sententiae, es decir, excomunión inmediata y automática de quienes procuren el aborto. Una radicalidad que tanto el Rector como otros miembros del Consejo Parroquial pretenden soslayar con una interpretación sesgada y muy sibilina del pilar fundamental de la Fe que es el Derecho a la Vida, con el fin de mantener en sus puestos a quienes reniegan de él. Una doble moral, en definitiva, que tratándose del aborto encaja a la perfección, por desgracia, con las terribles palabras del Señor acerca de los sepulcros blanqueados.
La tercera herida provocada por este escándalo es, sin embargo, la más dolorosa porque se trata también de la más profunda, si bien se desprende de las dos anteriores. Y no es otra que la ocupación espuria de la Iglesia para subvertir su naturaleza sagrada y convertirla en un instrumento más del poder político. Y cuyo fin último no es otro que la apostasía, cada vez menos implícita, que se está promoviendo para que los fieles abandonen la Fe de Cristo por las creencias de los partidos de turno. En el fondo lo que se propone es la sustitución del cristianismo, tan hondamente enraizado en Badía y base de nuestra sociedad española, por las ideologías predominantes en nuestro entorno, especialmente el nacionalismo y el populismo. Por eso no es nada casual, al respecto, que los dos partidos insertos en el Consejo Parroquial sean ERC y Totes fem Badia, representantes de ambas tendencias. Se trata, en consecuencia, de crear una nueva fe que une dos conceptos en apariencia contradictorios como el nacionalismo, que no es más que la extrema derecha más o menos camuflada bajo el apelativo de "catalanismo", con el populismo de raíz comunista. Pero ambas se cruzan en su desprecio a la verdadera Libertad y en sus ansias totalitarias para imponer su visión de una sociedad monolingüe, hispanófoba y, lo que es aún peor, cristianófoba. Aún más: Cristófoba. Porque no hay nada que atente más contra el Salvador que la sangre vertida por los inocentes a los que no se les ofrece ni siquiera el derecho a nacer, y con el beneplácito de los mismos partidos que se infiltran en la Iglesia para que no grite contra ese crimen horrrendo..
Pero es necesario gritar a todo pulmón lo que se está cometiendo en la Parroquia de la Virgen de la Merced de Badía, que no es más que el reflejo de tantos atropellos contra la Fe y contra la Vida que, trágicamente, provienen incluso desde dentro de la misma Iglesia. Por eso es imprescindible que la parroquia badiense cambie ya mismo un rumbo que sólo guía, más tarde o más temprano, hacia la muerte, tanto la espiritual, la que llena de fieles la Iglesia, como la corporal, que vacía la Iglesia de los miles de no nacidos a quienes se les niega la Vida para que, entre otras cosas, jamás puedan tener Fe. Porque en la cuestión del aborto no es posible el término medio, y mucho menos que la ambigüedad se alambique en la misma parroquia por el consentimiento, de facto, de sus responsables, empezando por su rector, que parece estar navegando entre las dos aguas de la política y de la religión. Pero Jesús nos enseñó que no es posible servir a dos amos, porque quien sirve a uno no podrá hacerlo al otro, y quien se enrosca con la política acaba ahogándose con ella. Porque la política no es nada más que la Serpiente que se ha introducido en la Parroquia de la Virgen de la Merced de Badía y que no se vencerá hasta que el sacerdote, los miembros del Consejo Parroquial, o el Obispo en persona, le pisen la cabeza antes de que también ellos queden manchados de la sangre de los inocentes.
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