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Editorial. Miguel Ángel Blanco y Barbará



ByB.

11-7-2022


El sábado 10 de julio de 1997 a las 4 de la tarde se encontró el cuerpo de Miguel Ángel Blanco, dos días después de que fuese secuestrado por la banda terrorista ETA. Los criminales etarras asesinaron al joven concejal del Partido Popular en Ermua para forzar a la sociedad española se plegase a sus exigencias separatistas, en un chantaje vil y sangriento que acabó con la vida de Miguel Ángel. La respuesta de la sociedad española al repugnante asesinato dio lugar al movimiento conocido como Espíritu de Ermua, que se extendió desde la localidad vizcaína a todos los rincones de nuestro país en una marea de manos blancas contra la sinrazón del terror nacionalista de ETA.

Han pasado 25 años desde la ejecución de Miguel Ángel Blanco y han cambiado muchas cosas en España, algunas para bien, pues ETA ya no existe, al menos no formalmente, pero otras para decididamente peor. Entre las últimas está, a nivel nacional, los vergonzantes acuerdos del gobierno del PSOE con los herederos de ETA, agrupados ahora bajo las siglas de Bildu. Un partido que ni siquiera asistió al homenaje en Ermua a Miguel Ángel Blanco, en una actitud lógica de quienes fueron los que arroparon y siguen justificando los crímenes etarras. El hecho de que el PSOE, que cuenta en sus filas con víctimas de ETA, pueda pactar una ley de memoria histórica con los herederos de los asesinos es un insulto, precisamente, a la memoria de todos los asesinados, heridos y exiliados por la banda terrorista y al conjunto de la sociedad española.

La ignominia de la convivencia y justificación de facto del fascismo etarra, sin embargo, no se refleja únicamente en estos acuerdos nacionales. También a nivel local hemos vivido estos días el deplorable espectáculo de contar, en la Fiesta Mayor de Barbará, con un espacio destinado, supuestamente, a las entidades de nuestra población, pero que ha vuelto a servir para una lamentable politización de las fiestas por parte de grupos políticos ultranacionalistas y proetarras. Es el caso de la CUP, partido más o menos camuflado bajo las siglas EAB-CUP, cuyas juventudes, autodenominadas Arran, han llevado a cabo actos de violencia en diferentes partes de Cataluña y de otros lugares de lo que los separatistas llaman Països catalans, apelativo con el que se refieren a los territorios de otros comunidades españolas, o de países como Francia, que el nacionalismo se quiere anexionar.

CUP y Arran son el equivalente de Bildu en Cataluña, y su presencia, bajo el cínico y grosero disfraz de entidad cívica, en una fiesta que debería ser de todos y para todos los barberenses es, en primer lugar, un desprecio inaceptable a la memoria de las víctimas del terrorismo. Pero también es la constatación de que el PSC ha vendido definitivamente el alma del socialismo decente que se enfrentó al nacionalismo criminal de ETA, y sus adláteres en Cataluña, para agarrarse al poder y sus sueldos, aun a costa de traicionar la memoria de los que, como Miguel Ángel Blanco, dieron su vida por una España donde reinase la Democracia verdadera y la auténtica Libertad. Esa que jamás lograron arrebatarle los asesinos de Miguel Ángel.


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